El Camino de Santiago desde Castellón. Etapa 4. Del Mas de Segarra a la Vallivana


Faltaban pocos días para Navidad y nuestras liebres querían dar un empujoncito al Camino de Santiago desde Castellón. Esta ya era la cuarta etapa y la cosa, aunque lenta, empezaba a tomar forma. Aun faltaban muchísimas etapas hasta llegar a la tumba del santo, pero pasito a pasito ya se notaba que la idea de hacer la ruta entera no era flor de un día, sino que había bastante interés como para vislumbrar éxito a largo plazo.

Esta vez tocaba salir del Mas de Segarra hasta llegar al ermitorio de la Vallivana, ambos todavía en la provincia de Castellón. Según el track que se descargaron, ésta era una larga ruta de 26 kilómetros y bastante llana. Nadie conocía el camino pero intuían, como se comprobó después, que sería fácil de andar. El desnivel positivo fue del 295 metros, muy bajo para tantos kilómetros. Mira aquí el perfil. 


No hagas mucho caso de los picos que se ven en el perfil. Parece que el GPS andaba un poco trastocado. Realmente el desnivel no es nada fuerte. Se puede ver porque desde el punto más bajo al más alto solo hay 150 metros de diferencia.

A la convocatoria de esta etapa acudieron Ana, Bea, Gilbert, Isa, Javi, Kiko y Silvia. Elena se descolgó a última hora porque andaba muy constipada y se acordaba del terrible día de viento de la última etapa y no quería sufrir tanto. Algunos de los caminantes llevaban gorrito de Papa Noel.

Para la logística de coches se hizo algo similar a la etapa anterior. Con tres coches tuvieron bastante para transportar a los caminantes y dejar dos preparados en destino para recogerles a final de ruta. El objetivo era llegar a la Vallivana a la hora de comer y, como el trayecto era largo, quedaron muy pronto por la mañana para poder salir ya a andar alrededor de las 8. Sobre las 7.30 cruzaron el valle de Catí para dejar los coches y había grandes bancos de niebla que luego se encontrarían caminando. Eso si no escampaba durante la mañana.

Con un poco de retraso, a las 8.30, estaban nuestros 7 senderistas ya en el Mas de Segarra dispuestos a inaugurar la etapa. Hacia bastante frio. El coche marcaba -1 grado y la escarcha que había a ambos lados del camino lo confirmaba. El personal, con la experiencia de la etapa anterior, iba bien equipado, con gorrito para las orejas y guantes calentitos. Lo bueno es que no soplaba una gota de viento (de ahí las nieblas que habían visto). El frío era soportable pero estando siempre abrigados la cosa sería soportable.

La cuarta etapa del Camino de Santiago desde Castellón parte del Mas de Segarra, cruza la rambla carbonera por debajo de un puente y se enfila hacia el norte por el camí del Empriu o camí del Mas de Segarra. Esta senda es un poco incómoda por las cantidad de piedra suelta que hay, pero como es plana, no hay más problema en caminar por ella. La senda se acerca a la Rambla de Belluga y la va bordeando hasta casi llegar a la carretera CV-128 que lleva a Catí. Desde aquí ya comienza pista de tierra. La ruta prácticamente va paralela a la carretera, a veces cruzándola y a veces alejándose un poco. Eso sí, siempre por pista en perfectas condiciones.

Se pasa cerca del Mas de Segarra, una gran masía, distinta a la que comenzó la etapa del día, aunque con el mismo nombre. Se veía actividad por la finca. Había gente, coches y perros. Quizá cazadores.

Hasta ese momento , en el kilómetro 5,4 nadie se había quitado una pieza de ropa. El día comenzaba a apoderarse de la niebla, que iba levantando deprisa pero el frío no levantaba todavía.

Después, en el kilómetro 7 se pasa por el lado de la ermita del la Mare de Déu del Pilar, sola en medio del páramo. Según la wikipedia, el 6 de enero de 1625, fiesta de los Santos Reyes, se reunieron los dueños de las doce masías del contorno, y acordaron construir esta ermita para poner bajo la protección de Ntra. Sra. del Pilar sus vidas y haciendas. La ermita fue edificada en el mismo sitio donde desde tiempo inmemorial, se repartía el pan y se bendecían los campos cada tres de marzo, fiesta de la Santa Cruz. El día en que nuestros caminantes pasaron por allí andaba un tipo paseando dos perros y tomando la fresca, que por cierto era todavía bastante fresca.

El camino era principalmente pista de tierra, a trozos bastante pedregosa y a trozos muy cómoda. Los kilómetros se iban haciendo con mucha rapidez y facilidad. La zona iba haciéndose cada vez más humanizada con grandes extensiones de cultivo en medio del valle. El grupo andaba por su centro, entre montañas de formas redondeadas. Era la vall dels Cirers, toda cultivada, y a ambos lados grandes encinas dispuestas casi como dehesas. A veces bosque compacto y a veces grandes carrascas esparcidas por el terreno. Los grandes árboles se nota que son respetados en esta zona. Hay muchos cientos de años repartidos entre todos ellos.

Ya prácticamente no quedaba niebla pero todavía hacía fresquito.

En el kilómetro 10 la ruta cruza la carretera de Catí justo por el entrador del Mas del Donzell i el Mas del Rei, dos grandes masías que se alquilan para turismo rural y que Kiko recuerda por la macrofiesta que montó en su 50 aniversario. Todo un acontecimiento que todavía se recuerda. Antes de llegar a las dos masías, la ruta gira a la derecha para seguir paralela a la carretera.


Son las 10.30 el grupo para al lado del camino para almorzar algo. Han sido 12,5 kilómetros hasta el momento. Realmente no ha habido mucho desgaste pero hace hambre. El sol comenzaba a hacer su trabajo y ya sobraba algo de ropa. No mucha pero algo sí.


De forma relajada y hablando en grupos, nuestros senderistas se adentran en el barranc d'en Gatella, una suave rambla junto a la que discurre la carretera, para llegar a Catí, el kilómetro 16 de la etapa.

La idea inicial era no parar en el pueblo y así llegar a una hora decente a destino, pero ya dentro de Catí, Kiko hace desviarse al grupo unos metros para fotografiar un reloj de sol zodiacal pintado en la puerta lateral de la iglesia. En la plaza donde hicieron la foto hay dos relojes de sol, ls dos en las fachadas de la iglesia parroquial dedicada a Nª Sª de la Asunción. Uno está situado en la fachada de la Capilla de la Comunión. Fue pintado durante la primera mitad del siglo XVIII (1744) al mismo tiempo que se amplió la iglesia con esa capilla y se restauró en 2007. El otro reloj, del que enseñamos una foto es un bonito reloj dibujado sobre las dovelas de la puerta principal de la iglesia de la Asunción. Tiene dibujados los símbolos del zodíaco (aunque intercambiados Libra y Acuario). Es de los mas interesantes de la provincia, tanto por su colocación como por su trazado. El reloj fue restaurado en el año 2008.

Nuestros caminantes cruzaron el pueblo de punta a punta para salir por la parte norte, por la carretera que lleva a l'Avellá, balneario famoso donde los hubiere. 

La ruta no obliga al grupo a subir mucho hacia el Balneario, ya que en seguida giran a la derecha por una pequeña carretera que lleva a granjas y demás.Ya el calorcito animó a algunos caminantes a quedarse en manga corta.

Durante todo el trayecto del día se ven (y se huelen) grandes granjas de cerdos que, junto con una importante fábrica de piensos, da una idea de dónde está el motor económico de la zona.

Los siete senderistas siguieron por la zona de les Foies hasta que volvieron a cruzar la carretera hacia la zona de les Ombrietes. Siguiendo por la pista por la que iban en línea recta llegaron a lo que al final fue la aventura del día.

Llega un momento que la pista se ve cortada por una puerta electrificada que delimita una finca. Kiko ya era sabedor de esto por una crónica que leyó de otros que habían hecho esta misma etapa. Lo que Kiko leyó decía que había que abrir la puerta, pasar y cerrarla, sin más contemplaciones. Esto en el campo es una cosa bastante normal, así los caminos son de paso libre pero no se escapan los animales que andan libres dentro de la finca.

Pero en el caso de nuestros senderistas, cuando estaban delante de la puerta para abrirla, desde lo lejos llegaron trotando una gran yegua y un potro. Enseguida se arrimaron a ver si les caía algo de comer. A nuestros héroes les dio un poco de respeto abrir la valla. Si el animal que tienes delante, es más alto que tú y pesa más que tú, mejor no acercarse. Y como se escape uno, ya la han liado.


Los caballos estaban ansiosos para que abrieran la puerta. No se sabe si para salir o para pedir comida. Al final nuestros héroes, para evitar males mayores, no abrieron. Tendrían que buscar alternativas para seguir el camino. 

Javi hizo de explorador y quiso ver un camino que iba por dentro del barranco que había al lado. Era el barranc de les Ombrietes, más conocido como parte del Assagador Reial de Tirig. Lo de "camino" es bastante discutible, pero bueno, para quienes era, ya valió.

En la bajada al barranco y posterior subida no se asumieron muchos riesgos, pero fue divertido. Nunca es sencillo atravesar una pequeña rambla, y esta vez tampoco lo fue del todo. Bastantes risas y Javi haciendo de explorador llevaron al grupo a buen término, aunque fuera medio a campo través. La travesía no fue muy larga, en seguida se subió a buscar otra vez la pista que habían abandonado un centenar de metros más allá de la puerta donde estaban los caballos. Éstos últimos no se enteraron de la invasión que tuvieron a retaguardia y afortunadamente no fueron a investigar.

Nuestros caminantes perdieron un poco de tiempo para ganaron también un poco de aventura que, tal y como estaba discurriendo el día entre pistas y largas rectas, tampoco les supo muy mal.

Ahora el camino se hacía un poco más interesante (solo un poco). La pista se transformó en senda que, zigzagueando, llevó a nuestros senderistas al medio de otra rambla, esta vez la Rambla de Cervera (conectada con la anterior que pasaron antes los nuestros). Ya dentro de la rambla, los caminantes recorrieron un par de cientos de metros pisando piedras sueltas y rápidamente volvieron a buscar la carreterera CV-128. Ya estaban cerca del cruce con la Nacional 232 que conecta Vinaròs con Morella.


Siguiendo la ruta, se accede a un atajo que evita pisar el asfalto y reduce la distancia con la carretera. Un camino les hizo desembocar en el antiguo firme de la carretera N-232, una especie de vía de servicio al lado de la principal.

Con una ligera cuesta hacía arriba, los caminantes siguieron esta vía un par de kilómetros para llegar a  su objetivo, el Santuari de la Mare de Deu de la Vallivana.


Rebuscando por la wikipedia descubrimos que en este santuario se venera a la Mare de Deu de la Vallivana, que debe su nombre al topónimo Vallivana, que significa valle yermo, no cultivable, y celebra su fiesta el 8 de septiembre, día de las vírgenes encontradas.

​La leyenda y la tradición hacen remontar el origen de esta imagen de María a los tiempos jacobeos. Se dice que es un regalo del Apóstol San Jaime (Apóstol Santiago), que al venir a evangelizar a los españoles, desembarcó en Los Alfaques (Tarragona) y antes de pasar a Valencia «quiso venir a nuestra Bisgargis (Morella) y como en el barranco de Vallivana se hallare un templo consagrado a los dioses de la gentilidad Júpiter y Diana, derrocó los falsos simulacros y dejó la imagen de María para recuerdo de su Misión». Esto es difícil de entender cuando la imagen de la virgen data del siglo XIV o XV, pero en esto de las creencias nadie puede decir nada.

Según cuenta mosén José Segura Barreda, en un libro que se conservó hasta 1840 en las Casas Capitulares, del que lo copió Antonio Martí, constaba que al año siguiente de la conquista de Morella por don Blasco de Alagón, se encontró la imagen de María en el fondo del barranco de Valllivana, lugar en donde había sido ocultada para librarla de ser destruida por los musulmanes a su llegada a la cormarca hacia 714. El Padre Calasanz Rabaza, Sch. P.,​ con su florida fraseología, describe así este supuesto hallazgo: «Era el año de 1234 (1233) ... en aquellas dehesas de Salvassoria y Vallivana, ... en la acre ladera que mira al hondo barranco, fue sorprendido un pastor, humilde rey de aquellos desiertos, por los persistentes ladridos de su mastín, que le atrajeron a la enmarañada cueva. Creció la sorpresa ante un resplandor extraordinario que entre los matorrales se cernía, procedente de un cirio que ardía en sendo candelero. La sorpresa culminó en asombro al advertir que la lucecilla alumbraba una preciosa imagen de la Santísima Virgen... Bajo la preciosa efigie había plegado un pergamino... del cual no hubieron cuenta los indoctos».​ Los Gozos dedicados a la Virgen de Vallivana también cantan este hecho.

Los acontecimientos que les ocurrieron a nuestros senderistas cuando llegaron a la Vallivana, tras casi 27 kilómetros de ruta, fueron un poco desastrosos. Gilbert había tratado de encargar la comida en el restaurante que ocupa el bajo de la antigua hospedería. Como no se sabía la hora exacta de llegada, le dijeron que no reservaban pero que no habría problema. Algo se arreglaría.


La sorpresa llegó cuando Gilbert entró en el restaurante y le dijeron que sin reserva no había comida. El logista del grupo trató de explicarse pero la respuesta siguió siendo la misma, "sin reserva no hay comida". 

Gilbert salió a contarlo al grupo y Kiko entró a volver a intentarlo. No cambió el resultado. "Sin reserva no hay comida". Kiko aprovechó para pedir que les sellaran el librito del camino, como hacen siempre que salen o llegan a una localidad. Siguiendo con la amabilidad que les caracterizaba, los del restaurante contestaron: "Aquí no se sella". Kiko quiso explicar lo del Camino de Santiago, el librito de sellar y todo lo demás pero no le dejaron acabar. "Aquí no se sella".

La virgen que estaba en la iglesia de al lado no había tenido el placer de iluminar con el don de la amabilidad y el buen rollito a los que llevaban el restaurante. Esperemos en próximas ocasiones la Mare de Deu de la Vallivana obre este difícil milagro y vuelva a gozar su Santuario de ese ambiente sereno, amable, agradable y afectuoso que nos consta que se respiraba años atrás.

Lejos de buscar polémica nuestros senderistas, hambrientos y cansados tras 26 kilómetros de marcha, subieron a los coches y salieron del lugar. Una lástima que un espacio tan bonito y con tanta energía haya dejado un mal sabor de boca a nuestros caminantes, pero todo se tiene que contar.

Aunque no todo podía ser malo. La Mare de Deu de la Vallivana, el Apóstol Santiago y el resto de toda la Corte Celestial se apiadó de nuestros héroes y introdujo en algún cerebrito la idea: "llamad al restaurante del Prigó de Catí, que seguro que ellos no os dejarán colgados".

Eran ya las 2 de la tarde y dentro del coche alguien dijo que se llamara al restaurante del Prigó de Catí por si había suerte y tenían sitio para comer. Por fortuna sí que había sitio (la virgen) y hacía allí se dirigieron a hidratarse y alimentarse.

En 10 minutos ya estaban sentados en el nuevo restaurante. Ni que decir tiene del festival que se zampó el grupo. El restaurante tiene un menú cargado de viandas originales, sabrosas y muy especiales que hicieron las delicias de nuestros senderistas. La verdad fue una suerte no haber tenido sitio para comer en la Vallivana y haber ido al Prigó. 


Entre aplausos, risas y estómagos agradecidos transcurrió la comida, coronada por unos postres de chuparse los dedos. Y para colofón, les sacaron el sello del restaurante y todo el mundo pudo sellar su librito. Un éxito total. 

Al final la ruta resultó muy buena. Larga, plana y con final feliz. Todos nuestros senderistas estaban contentos  ya esperaban la siguiente etapa.

Puedes ver la ruta aquí


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